viernes, 29 de enero de 2010

Abrazar el éxito sin meter las manos

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México.- La escritora mexicana Adriana Macías nació hace 30 años sin brazos pero eso no le supuso un problema, ya que los sustituyó por sus pies, con los que logró escribir dos libros y realizar tareas diarias como maquillarse o comer en restaurantes ante el asombro de los comensales, a los que relaja con una broma.


La escritora mexicana Adriana Macías nació hace 30 años sin brazos pero eso no le supuso un problema, ya que los sustituyó por sus pies, con los que logró escribir dos libros y realizar tareas diarias.
"Lo que te pone la vida es porque tienes la capacidad de hacerle frente", dice frente a su discapacidad que, a lo sumo, ha sido su filosofía de vida.
La misma la refleja en su primer libro, "Abrazar el éxito sin meter las manos", en sus charlas de trabajo, y en la novela que presentará hoy en la capital mexicana, "La fuerza de un guerrero".
Esta última es una novela infantil, donde jóvenes con distintas discapacidades son los héroes y protagonistas para enseñar a los niños la lección de que nunca deben rendirse ni dejarse vencer por el miedo.
En entrevista con Efe, Adriana conversa descalza, con los pies encima de la mesa decorados con anillos, pulseras y una pedicura muy cuidada.
"Yo si no me quito los zapatos para platicar siento que me falta la mitad de la plática, necesito por lo menos tener el pie derecho encima de la mesa para poder platicártelo completo", explicó alegre Macías, quien es también abogada dedicada a dar conferencias de liderazgo y superación personal.
Adriana recordó que siempre ha usado sus pies como si fueran sus manos.
"Desde bebé agarré mi biberón y mis juguetes con los pies", dijo, y cuando sus padres se dieron cuenta de su habilidad decidieron que si podía jugar con las extremidades inferiores también podía recoger su cuarto, hacer su cama, y demás obligaciones de cualquier niño.
Adriana cruza entre sí los dedos de los pies mientras habla, se aparta el pelo de la cara y se lo coloca detrás de la oreja, estira su chaqueta y realiza con sus extremidades inferiores y con total naturalidad los mismos gestos comunes que la mayoría hace con las manos.
"Muchas cosas las aprendí viendo, si te fijas el movimiento que hacemos con las manos lo aprendemos por reflejo de nuestros papás, (...) y a mí me gusta mucho expresarme, siento que se entiende mejor", indicó.
Sin embargo, no fue siempre tan fácil para ella. Durante muchos años de su infancia pensó que los brazos le nacerían tarde o temprano, así como crece el pelo o nacen los dientes. Hasta los 20 años llevó prótesis como brazos, pero estas pesaban mucho y le causaron una lesión muscular en los hombros, por lo que dejó de utilizarlos.
"Después aprendí que tenía otras herramientas con las cuales podía salir adelante", recordó, y aprendió a manejar con naturalidad sus pies como manos.
Para poder hacerlo calza sandalias sencillas de poner y quitar, a tal punto que sus gestos parecen normales y sus interlocutores se acostumbran
Aun así, la gente se sorprende al verla en un primer momento, especialmente en los restaurantes, donde agarra los cubiertos y la copa con los pies, pero ella rompe el hielo con bromas al respecto de su discapacidad.
La escritora dijo no ser víctima de discriminación, pero sí de la falta de "cultura de la discapacidad", y recordó diversas entrevistas de trabajo donde la encargada de recursos humanos escribía por ella y pasaba las hojas por ella, y otra donde la entrevistadora se echó a llorar.
"Ahora el tener esta discapacidad me ha abierto muchas puertas, me ha dado muchas oportunidades", dice, además de que le permite conocer a personas tan especiales como su esposo, quien trabaja en temas relacionados con la cultura de la discapacidad.

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